Reskilling: un reto prioritario para Europa
Nora Sarasola. Directora Obra Social BBK
Como sabéis desde BBK estamos comprometidas con el impulso de un modelo de competitividad sostenible, que permita un territorio, próspero en el futuro, pero también comprometido con las personas y el planeta.
Porque es necesario anticiparse al futuro para construirlo, para diseñarlo, para habitarlo. Y en todos los ámbitos, también en uno tan relevante en nuestras vidas como es el Trabajo. El empleo aporta a las personas sentimientos de identidad, y medios económicos. Se erige como un pilar fundamental en la organización de nuestra sociedad, en torno a la cual estructuramos nuestro día a día, nuestra inclusión y nuestro futuro.
Si pensamos en el futuro del empleo podemos dejarnos llevar por imaginarios de rupturas futuristas y tecnológicas y pensar, por ejemplo, en pilotos comerciales espaciales o en cirujanos especializados en aumentar nuestra memoria como en Black Mirror. O podemos orientar nuestra preocupación hacia la evolución de las condiciones laborales y la deshumanización de los que se quedan sin empleo siguiendo la estela de Metropolis. Pero si enfocamos la película a espacios más realistas nos encontramos con un nudo de tres hilos en el que el cóctel del envejecimiento, la digitalización y robotización y la regeneración del planeta nos conduce irremediablemente a escenarios cargados de oportunidades y miedos.
En esos escenarios, hay una preocupación que se eleva por encima de los cambios tecnológicos, demográficos y climáticos y que tiene que ver con el cambio en el sentido del empleo. En el cambio de paradigma que puede suponer la reinvención del sentido del trabajo teniendo en cuenta todos los debate éticos, sociológicos y económicos que nos preocupan de la misma manera que el futuro de la competitividad, así como del desarrollo humanista e inclusivo como condición necesaria para que el tiempo de la vida laboral sea valioso. Porque el futuro del empleo tiene que ver con la calidad de la vejez, con la integración de los inmigrantes, con la formación de los que están en riesgo de exclusión, con los sueños de los jóvenes, y con la convivencia con nuevas formas de inteligencia.
Se abren escenarios de oportunidad y progreso como siempre ha ocurrido con todos los cambios de paradigmas y de modelos de producción a lo largo de la historia. La transformación digital, la robotización y la descarbonización de la economía no estaban planificadas para ocurrir a la vez. El cambio climático condiciona el futuro del trabajo y el desarrollo de las tecnologías. Es un nuevo límite que implica un gran cambio cultural y una necesidad urgente de transformar el comportamiento y las prioridades vitales de la ciudadanía.
Para ello es clave que instituciones públicas y empresas compartan más que nunca toda la información que han ido acumulando en los últimos años sobre el futuro que nos espera para que la ciudadanía pueda adaptarse con calidad de vida a la nueva realidad laboral. Cambiará el espacio donde trabajas, el tiempo que le dedicas, la edad a la que te jubilas y habrá nuevos empleos que requerirán de unas habilidades y capacidades a las que todos deberían de poder tener acceso en igualdad de condiciones.
Los avances tecnológicos no deberían ser una amenaza para el empleo, pero es necesario capacitar a las futuras generaciones para poner la innovación al servicio del bienestar personal y social. Personas y máquinas inteligentes somos complementarios, pero tenemos que adaptar los empleos desempeñados por personas y los equilibrios con las tareas desarrolladas por estas máquinas inteligentes.
La regeneración del planeta, necesaria para que sea habitable en el futuro, traerá nuevos empleos verdes como consecuencia de la obligada descarbonización y el obligado uso sostenible de los recursos.
El envejecimiento de la población coloca nuevos dilemas sobre el sentido del trabajo que van más allá de la sostenibilidad del sistema y que condicionarán la propia existencia de la identidad laboral.
Las tres transiciones de las que tanto hemos oído a hablar solo nos conducirán a un mundo mejor si la mayoría de la ciudadanía puede acceder al nuevo sentido del trabajo que está emergiendo. En cualquier escenario, es necesario ayudar a las personas a ampliar sus capacidades y mejorar su empleabilidad para que, de este modo, puedan participar plenamente en el mercado laboral, creando una economía más inclusiva y sostenible donde nadie se quede atrás. Y lograr el talento necesario para nuestras empresas, reduciendo el actual gap entre perfiles demandados por la empresa y competencias de las personas en búsqueda de empleo. Se estima que en Europa hay 11 millones de desempleados y 5 millones de vacantes sin cubrir. Además, se espera que 20 millones de personas tengan que cambiar de ocupación para 2030 debido a la digitalización.
Desde BBK queremos contribuir a este reto. Y seguiremos apostando por el reskilling de la población mediante el diseño de programas específicos que ayuden a acercar el gap entre oferta y demanda.
Tenemos un reto complicado, que solo podemos abordar desde la colaboración entre todos los agentes de la sociedad.