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Adela Balderas
Una sala; luces, asientos, micrófono y acción. Estos son solo algunos ingredientes del preludio de un miedo atroz que atenaza y quiebra la voz, como cuando se reviven las historias que nos asustaban en la infancia: de manera incomprensible pero tan real que casi se podían palpar.
El miedo escénico es algo que va más allá de lo racional. Quien lo padece incluso lo explica con voz trémula solo de pensar en la situación, consciente de que a lo largo de la vida son muchas las que aparecen: desde una entrevista de selección, a una propuesta a un cliente, pasando por una exposición en la universidad, una presentación ante el equipo directivo o quizás una charla en un auditorio. Todas y cada una de estas situaciones apabullan con fuerza y se sienten de manera profunda y certera en el estómago. Y ese miedo se torna siniestro, nos nubla el entendimiento, nos vuelve vulnerables y se transforma en inseguridad.
Como un aviso a navegantes, ya Shakespeare decía en su obra Como gustéis (As you like it) que el mundo es un escenario y todos somos actores y actrices. Varios siglos han pasado y muchos los acontecimientos, y aquí seguimos, con esa terrible sensación de miedo que irrumpe en nuestro cerebro ante situaciones que implican hablar ante otros.
Un directivo me dijo no hace tanto “la vida me habría ido mucho mejor si supiera hablar en público”. ¿Exageración quizás por esa consciencia de lo que no se domina? ¿Auto conocimiento profundo que lleva a ver más allá de la realidad? ¿O simplemente la confirmación de un hecho?
No cabe duda de que comunicar adecuadamente puede acercar, conectar, convencer y cautivar. Sin embargo, ¿qué hace que a veces incluso nos rindamos antes de tiempo? Vayamos paso a paso. Quizás la primera pregunta ordenada es ¿por dónde empiezo a ordenar? ¿Cómo acabar con tanto temor?
Descubramos las piezas que forman parte del puzle de quitarle miedo al miedo.
1. “Improvisa” tu guion
Decía Winston Churchill, conocido y reconocido entre otras cosas por sus brillantes discursos “llevo toda la mañana ensayando la frase que improvisaré esta noche”. La preparación da orden y concierto; da poderío para sentir que se conoce de lo que se sabe. No improvises dejando en manos de la providencia tu importante discurso. Más bien cuida que tu guion, bien preparado y ensayado, sea y suene natural.
2. Ten y deja claro tu objetivo
¿Cuál es el objetivo de lo que quieres contar? ¿Qué quieres transmitir? Si no tienes claro qué quieres comunicar, cuál es tu intención y el propósito final, difícilmente lo harás. Céntralo y centrarás a tu audiencia.
3. Olvídate de ti
Esta es la verdadera esencia, olvídate de ti. La persona protagonista de toda tu historia es quien te escucha. Piensa para quién vas a hablar y empatiza de manera casi ingenua a lo largo de la preparación, el ensayo y el cierre. El foco está en quien te escucha, sin arrinconar tu propia esencia.
4. Háblate bien y trátate con mimo
Háblate con el respeto y el cariño que tratas a quien te escucha. Háblate como te gusta que te hablen, y no permitas que tu cerebro te diga que lo vas a hacer mal. Recuérdate que lo has preparado y ensayado, que vas a poner toda y sobre todo tu mejor energía.
5. Conecta para entender
Cuida tu comunicación no verbal, tu imagen tus gestos: las manos, las piernas, todo lo que denote nerviosismo. Sondea tu contacto visual: busca conectar más allá de una mirada faro, de una revisión general. Conecta de manera genuina para entender, para transmitir, para cautivar.
6. Transita de un gran inicio a un gran final
Cuida el inicio y el final con el mimo de quien escribe una carta de amor y la seguridad de quien reivindica una verdad. Puedes comenzar con una pregunta, un dato, una imagen una cita, una historia o lo que decidas crear, pero siempre velando por ese inicio, estructurando con paso ordenado. Y del inicio al final: recuerda que un cierre no se improvisa. Un cierre se prepara y custodia con grandes pinceladas de detalle, como el epílogo de un libro, como el final de una gran serie.
7. Coloca la última pieza
Se cierra el puzle. El paso infalible es recordar que estás poniendo mente, corazón y determinación. Cada ocasión para comunicar te brinda la oportunidad de abrir nuevas y diferentes rutas. Los nervios forman parte del juego: te centran y te hacen estar; conviértelos en tus compañeros de camino, pero no los hagas los protagonistas de tu historia.
Y ahora, prepárate. Es tiempo de salir a escena.