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Jesús Riaño

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Ainhoa Honorato

La irrupción que van a tener en los próximos años las tecnologías disruptivas en la sociedad tales como la inteligencia artificial (IA), el Big Data, la automatización, el internet de las cosas o la robotización, entre otros, generará un impacto muy significativo en el empleo y en la forma de trabajar de sus empleados. Así mismo, surge el debate entre quienes ven la tecnología como sinónimo de progreso y productividad, y los que la ven como una amenaza que tendrá un impacto negativo en el empleo.

El nuevo escenario global de innovación tecnológica y las herramientas basadas en IA como ChaptGPT, o en la robotización, han comenzado a transformar los puestos de trabajo en sectores como el de la automoción, la industria, la educación o la agricultura. Y, esto no solo no se va a frenar, sino que se está acelerando.

En el Foro Económico Mundial, celebrado el pasado mes de enero en Davos, Kristalina Georgieva, directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), presentó un estudio sobre Inteligencia artificial y el futuro del trabajo. En él, se considera que la IA afectará al 60% de los empleos en las economías avanzadas, mientras que en los mercados emergentes y países de bajos ingresos, será del 40% y 26%, respectivamente. En el contexto de las economías avanzadas, la mitad de los empleos impactados por la IA podrían experimentar un aumento en la productividad, mientras que, para la otra mitad, la IA podría asumir tareas que actualmente son realizadas por personas, lo que a largo plazo podría generar la desaparición de puestos de trabajo. A pesar del menor impacto en los mercados emergentes y de los países de bajos ingresos, la falta de los nuevos perfiles laborales que sepan cómo aprovechar las ventajas de la IA, podría incrementar la brecha de desigualdad económica global.

La tecnología puede incrementar la productividad

En la historia se ha demostrado que, con cada nueva tecnología, aparece el miedo y después una oportunidad. El temor a la destrucción de empleo, sobre todo el vinculado al de baja cualificación, no es algo nuevo, provoca rechazo e incertidumbre en muchas personas. Esto ya sucedió durante las revoluciones industriales en el pasado: la introducción de los telares, las líneas de montaje o los ordenadores. Pero, en todas ellas, se aumentó la productividad y dio paso a nuevas ocupaciones y a un incremento general de la actividad económica. Surgieron nuevos sectores e industrias auxiliares, ofreciendo trabajo a aquellos perfiles laborales que se vieron desplazados. Nunca se ha logrado frenar el imparable avance de la industrialización.

En 1830, un agricultor invertía unas 300 horas en producir 2.700 kilos de trigo. Con la llegada de la ayuda de los animales a la agricultura, se tardaba 50 horas en producir la misma cantidad y, con la aparición de los tractores, se empleaban 4 horas. La productividad aumenta cuando se despliega la tecnología. Hoy en día, en los países desarrollados, por lo general, un ciudadano con un poder adquisitivo medio dispone de mejores cuidados médicos, mejores formas de comunicarse y de viajar y mejor acceso a la información que la gente más adinerada de un pasado relativamente cercano. Hemos experimentado una mejora de las condiciones de vida, cuyo factor determinante más importante en todos los países y a lo largo del tiempo es la productividad laboral.

Relación entre robotización y desempleo

Corea del Sur, el país con más robots per cápita del mundo, tiene una tasa de paro del 3,2%. Alemania, siendo el país de Europa con más robots industriales, está cerca del pleno empleo. Irlanda, es el segundo país con más robots per cápita en Europa y también es el segundo con menos desempleo. Por el contrario, Grecia es la región europea con menos robots industriales y es el país con mayor tasa de desempleo. Por consiguiente, la robotización no tiene un efecto universal sobre el desempleo. Los países que lideran este ranking, Corea del Sur, Japón y Singapur, han sido estratégicos en implementación robótica. A mayor robotización, mayor eficiencia, y a mayor eficiencia mayor productividad lo que da como resultado, más empleo. Lo que sucede es que no se genera donde antes lo hacía.

La Innovación: un factor clave para la competitividad en sectores desfavorecidos

El desarrollo de tractores autónomos, la obtención y el tratamiento de datos están haciendo de la agricultura un sector mucho más científico, eficiente y sostenible, y refuerza la idea de que la revolución en la agricultura va a venir de la transformación tecnológica e investigación. Países Bajos se ha convertido en una potencia mundial de la agricultura eficaz y sostenible. Un país, con 17 millones de habitantes y cuya extensión es menor que la de Aragón, es el mayor exportador de Europa de productos agroalimentarios. Hoy, ocupa el segundo puesto dentro del Top de los 10 países exportadores de alimentos del mundo. Está por encima de Alemania, Brasil, Francia, China, España, Canadá, Bélgica y Argentina. Pero este pequeño milagro agrícola no es fruto de la casualidad.

Al contrario que como se ha hecho en otros países, subvencionar la agricultura para que no diese pérdidas, lo que a largo plazo es ineficaz y no soluciona el problema, el Gobierno holandés se propuso, hace algo más de dos décadas, convertir el país en un referente de la agricultura sostenible aplicando tecnología al trabajo en el campo. Fue así como nació Food Valley, una especie de Sillicon Valley, pero de la agricultura, un área en donde se concentran un gran número de multinacionales de alimentos, institutos de investigación y la Universidad de Wageningen, con más de 15.000 profesionales activos en ciencias relacionadas con los alimentos, desarrollo tecnológico y fabricación de productos alimenticios de alta competitividad.

Los usuarios como beneficiarios de la innovación tecnológica

Se espera que la IA, al igual que otras innovaciones tecnológicas anteriores, genere empleo. Sin embargo, aún no sabemos cómo serán esos empleos, ni cuándo se crearán. Cuando nació internet, nadie podía predecir la aparición de Airbnb y su impacto en el sector hotelero o el de Uber y las consecuencias en el sector del taxi. Internet ha revolucionado muchos ámbitos, hasta el punto de llegar a convertirse en una herramienta cotidiana en nuestras vidas.

Un ejemplo de automatización es el del sector de las compañías aéreas. Hoy en día, los vuelos los reservamos en internet, facturamos en mostradores automatizados y usamos pasaportes electrónicos. En cada etapa del proceso se han eliminado empleos. Como contrapartida, se ha empoderado a los usuarios permitiendo comparar los precios de las diferentes compañías aéreas. Esta competencia ha provocado que, en las últimas tres décadas, el coste de los billetes haya descendido un 50%. Esto, sirve como ejemplo de automatización que beneficia a la sociedad, donde somos los usuarios quienes recibimos el mayor beneficio del desarrollo tecnológico.

Del trabajo para toda la vida a la formación para toda la vida

La transformación tecnológica ha dado, está dando y dará lugar a nuevos entornos laborales. Aunque supondrá un motor de eficiencia, productividad laboral y crecimiento económico, también se plantean desafíos relativos a la transformación en el empleo y las habilidades laborales del futuro. El reto de nuestro tiempo reside en preparar a las nuevas generaciones para que accedan al mercado de trabajo y, que prosperen durante su vida laboral. Esto es algo difícil de aceptar para aquellas personas que han estado prosperando en campos que ahora sufren una automatización desenfrenada.

La formación continua debe ser una prioridad para empresas, gobiernos y, por supuesto, para los trabajadores. El nuevo paradigma digital exigirá un nuevo compromiso con la recualificación permanente, con el fin de que podamos reforzar nuestra empleabilidad. Tenemos que ser conscientes que lo que hoy en día sirve para desarrollar una carrera profesional, ya no exista mañana, de manera que la capacidad para recualificarse y adaptarse será más importante que cualquier conocimiento específico. Según palabras del escritor Alvin Toffler, “los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”.